Zape, el arte de hacer reír

Conferencia pronunciada por Ramón Jiménez Fraile el 10 de octubre de 2012 con motivo del 50 aniversario de la Institución Celedones de Oro.

En la Vitoria de la posguerra y del desarrollismo hubo un famoso personaje que se hizo merecedor hace 50 años, en octubre de 1965, del “Celedón de Oro”. Se trata de Ramón Jiménez Martínez, alias “Zape”.

Dotado del don de hacer reír – un don que se tiene o no se tiene – Zape fue durante décadas (en especial de los años 40, 50, 60 y 70 del pasado siglo) el perejil de todas las salsas. No había festejo, acto benéfico o conmemoración  en Vitoria y en los alrededores que no contara con su desinteresada actuación como humorista en una de sus triples facetas: la de payaso, la de caricato y la del “cashero” vasco Ramontxu.

En realidad, para hacer reír ni siquiera hacía falta que subiera a un escenario: su mera presencia en la calle o en cualquier lugar daba pie a una improvisada actuación por su parte,  siempre con su peculiar saludo “¡Se vive!” en los labios y con un chiste en la recámara listo para ser disparado a cualquiera que le provocara con la infalible fórmula de “¡Zape, el último!”

Fue en el cénit de su popularidad cuando recibió en solitario en 1965 el “Celedón de Oro”, el ya por entonces más emblemático galardón vitoriano. Era la cuarta edición de un premio que hasta entonces sólo habían recibido dos vitorianos en su modalidad individual: José Mari Sedano en 1963 y, a título póstumo, Pedro Sáenz de Villaverde “El Sopo” en 1964.

Las bases del galardón decían, con la retórica de la época, que estaba destinado en su modalidad individual a personas que se hubieran distinguido “por sus rasgos de generosidad, heroísmo y otras virtudes humanas que contribuyan a establecer un clima de auténtica alegría cristiana en las fiestas patronales”.

Se da la circunstancia de que, con motivo de la convocatoria del Celedón de Oro 1965 la Jefatura Provincial del Movimiento (la instancia que se encargaba de otorgar el premio antes de que lo hiciera el Ayuntamiento primero y luego los propios Celedones de Oro) lanzó por primera vez una consulta popular solicitando “de todos los vitorianos su colaboración para conocer y valorar debidamente cuantos casos puedan ser merecedores de los Celedones de Oro”.

El diario “El Correo” se hizo eco de la existencia de una campaña popular en favor de Zape, destacando “el vitorianismo” que le caracterizaba al estar presente en todas aquellas ocasiones para las que era requerido. Este periódico destacaba que llevaba la alegría a establecimientos benéficos como el Hospital Civil, las Hermanitas de los Pobres, la Residencia Provincial, los Sanatorios de Górliz, Plencia y Leza. Además citaba, a título de ejemplo, actuaciones suyas en la sociedad “Ongui Etorri”, en Llodio, en Moreda, en Mondragón…, así como su labor de presentador del festival vasco de Mairuelegorreta y su presencia en festivales populares nocturnos de la Plaza de España. El artículo subrayaba también la aportación de Zape a las Fiestas de la Blanca como simple vitoriano portando uno de los faroles de la procesión del Rosario, que no podía ser otro que el de la letanía “Causa de nuestra alegría”, y concluía con un enfático “Cualquier vitoriano votaría en favor de Zape. ¿No es verdad?”

El de Zape fue, pues, un Celedón de Oro por aclamación popular, un ejercicio de democracia en plena dictadura. Zape era el bufón de la corte, querido y admirado.

Zape fue, ante todo, un niño de la calle Mateo Moraza donde nació el 23 de agosto de 1924, en tiempos de la dictadura de Primo de Rivera. Su padre, Víctor, procedía de Enciso (La Rioja) y fundó en Vitoria la Sastrería Jiménez en la Calle Mateo Moraza, frente a la Parroquia de San Miguel. Su madre, Carmen, había nacido en el Palacio de la Provincia, al ser su padre era funcionario de la Diputación Foral. El hermano mayor de Zape, Joaquín, sería jefe de Protocolo de la Diputación, Secretario del Consejo de Cultura y Jefe del Departamento de Educación, Cultura y Turismo. Etnólogo y folklorista alavés, es autor de numerosos de libros. Le fue otorgada la Medalla de Oro de la Ciudad de Vitoria-Gasteiz en 2005. La familia en la que creció Zape la completaba su hermana pequeña Estrella, fallecida en accidente de tráfico en los años 1980.

Quien precedió en popularidad a Joaquín y Zape fue su abuela Emiliana, madre de Carmen, un  personaje muy querido en la Vitoria de la primera mitad del siglo XX. Emiliana o Millana “la cacharrera” pasó medio siglo en el número 5 de Mateo Moraza vendiendo cacharros. También era conocida por el apodo de “la resucitada” ya que a los 18 años, en tiempos del cólera, le llevaban a enterrar cuando dio signos de seguir en vida. Falleció a los 94 años.

De su infancia, Zape recuerda que tenía miedo de morirse sin que le hubieran tomado fotos. Paradójicamente, pocos individuos de su generación pueden alardear de tener una vida tan documentada como la suya, con centenares de recuerdos gráficos que cuidadosamente iría guardando en álbumes y cajas, material que se encuentra depositado en la Fundación Sancho El Sabio.

En una de sus primeras fotos, la de su primera comunión, podemos distinguirle entre todos los componentes del grupo por ser el que lleva la banda (que le había colocado su tía Pepa) al revés.

Otros recuerdos de su infancia son los siete años que pasó de monaguillo en el Convento de las Ursulinas, en la calle de la Magdalena, ayudando de manera invariable a la misa de las ocho de la mañana. En pleno bombardeo durante la Guerra Civil, los asistentes a la misa abandonaron la capilla para refugiarse en la cripta. Pero como el cura, Don León, era sordo y como la misa, en latín,  la oficiaba a espaldas de los asistentes, el sacerdote no se percató de que se había quedado sólo con su monaguillo hasta que se volvió al final de la ceremonia para dar el “dominum bobiscum”. Por cierto, una de las bombas cayó en la Tintorería Villanueva.

Zape también ejerció de monaguillo durante un año en San Miguel, en la escuela de monaguillos dirigida por Don Gregorio Olalde. Sólo de las trastadas y anécdotas que de aquella época recuerda Zape que se podría dar toda una conferencia.

Con la misma puntualidad con la que acudía todas las mañanas a ayudar a misa,  asistía por las tardes al Polvorín a ver actuar, a cambio de una perra gorda, a la familia de titiriteros Baldeón. Tendría Zape diez años cuando, siendo alumno de la escuela pública de La Florida, en los recreos juntaba a seis o siete amigos a los que reproducía el espectáculo de los Baldeón. Esos fueron sus inicios como artista.

Su segundo escenario de actuaciones fue, ni más ni menos, Sevilla, donde llegó con trece años en plena Guerra Civil con motivo de un campamento del Frente de Juventudes. El campamento se inundó y los niños tuvieron que alojarse en casas particulares. Zape se las ingenió para ganarse las meriendas a cambio de cantar jotas por las casas.

Otro episodio singular de su infancia, también durante la Guerra Civil, fue la excursión al Cantábrico organizada por la Parroquia de San Miguel. De no haber sido por la enérgica intervención de Don Lecube, Zape asegura que él y sus compañeros habrían sido embarcados con destino a Rusia.

A los catorce años, un mes antes de que acabara la Guerra Civil, ingresó como botones en el Banco de Vitoria, entidad en la que trabajó 45 años, lo que le valió la condición de empleado más antiguo del banco más antiguo de Vitoria. Dos años los pasó al frente (o mejor dicho sólo) de la agencia del banco en Gamarra, frente a la Central Lechera. Eran otros tiempos, como lo demuestra el hecho que se desplazaba con el dinero de la agencia en el autobús urbano.

En más de una ocasión no pudo evitar que sus facetas de cómico y empleado de banca provocaran divertidos equívocos, como cuando un aldeano alavés exclamó con regocijo “¡que vienen los comediantes!” al ver a quien días antes había actuado en las fiestas del pueblo bajando de un coche junto al director del banco dispuesto a pagar la remolacha.

El joven Zape compaginó el trabajo en el Banco de Vitoria con estudios de Comercio en los Corazonistas, lo que le valió la condición de ex-alumno de ese establecimiento.

Al parecer fue su abuela Millana la que tuvo la ocurrencia de proponerle que se presentara voluntario al servicio militar para hacer la “mili” de oficinista en Vitoria. Siguiendo este consejo se presentó de voluntario, pero en vez de ser destinado a Vitoria pasó tres años en el Pirineo navarro, entre julio de 1944 y agosto de 1947, confrontado a los “maquis” que huían de España y a los del resto de Europa que, a raíz de la Segunda Guerra Mundial, querían refugiarse de este lado de la frontera.

Residiendo en Etxalar, en el caserío Martikonea, Zape adquirió rudimentos del euskera y entró en contacto con la realidad rural vasca, circunstancias que serían decisivos para la creación de su personaje Ramontxu.

Durante la “mili” también tuvo la posibilidad de desarrollar su vena humorística, en concreto en un convento de monjas que disponía de salón de actos en el que se organizaban los domingos funciones de a dos reales la entrada. A cambio de sus actuaciones, las monjas le daban a Zape naranjas y bocadillos, todo un tesoro para un soldado.

Por cierto, en sus desplazamientos entre Ventas de Yanci y Etxalar Zape utilizaba un autobús, conducido por un tal Arrondo, llamado “el pájaro azul”. Se trataba del autobús que utilizó en sus inicios el Club Deportivo Alavés para sus desplazamientos.

De regreso a Vitoria, en 1947 entró a formar parte del elenco de actores de  Casa Social Católica, todo un vivero de actores y actrices locales que representaban obras de teatro los domingos. Una de las obras de teatro sirvió de inauguración del Salón de actos de Jesús Obrero

El problema radicaba en que el Zape actor no se adaptaba a ningún papel serio. En dramas como “El divino impaciente” bastaba con que saliera a escena para que los espectadores se echaran a reír.

Otra de sus aficiones por aquel tiempo eran las salidas al monte que llevaba a cabo en alguno de los numerosos clubes de montaña con los que contaba Vitoria por aquel entonces.

Pero no todo eran diversiones en la Vitoria de finales de los 40. En 1948 el Papa Pío XII dio permiso a la Diócesis de Vitoria (que agrupaba a la de San Sebastián y Bilbao) para fundar la misión de Los Ríos, en Ecuador. Era la primera vez que la Santa Sede confiaba a una diócesis un territorio de misión. Para fundar la misión, el obispo de Vitoria, Carmelo Ballester, contaba con ocho sacerdotes encabezados por Don Máximo Guisasola y con dos misioneros seglares voluntarios. Todos ellos, es decir los ocho sacerdotes y los dos seglares, recibieron en Vitoria una cena de despedida.  Uno de los dos misioneros seglares que se había presentado era ni más ni menos que Zape, el cual por aquel entonces colaboraba con la revista “Así” de Acción Católica escribiendo artículos sobre las misiones. La cena de despedida tuvo lugar en Villa Suso, con Popi Hueto de camarera. Lo que sucedió es que la madre de Zape se opuso a que su hijo se fuera de misionero seglar, por lo que éste retiró su solicitud. Por cierto, Don Máximo Guisasola (que da nombre a una calle de Vitoria) murió en accidente de tráfico en Ecuador, a los 40 años de edad.

Fue a finales de los años 40 cuando Zape descubrió que su auténtica vocación era la de payaso. Empezó haciendo de payaso tonto (augusto)  con Jesús Ugarte Barrio, buen actor, empleado de Ajuria. La primera aparición de Zipi y Zape tuvo lugar el premonitorio “Día de la Alegría” organizado por el Club de montañismo Goyena en Santa Cruz de Campezo.

El nombre de la pareja artística lo puso de manera involuntaria Jesús Ugarte al decir en los preparativos: “cuando salgamos a escena vamos a organizar un zipi-zape de miedo”. Y con Zipi y Zape se quedaron.

Al principio les maquillaba Chapi, padre del peluquero Bastida. Las 150 pesetas que costaba cada sesión de maquillaje les animó a que aprendieron a hacerlo ellos mismos.

El éxito de la pareja fue inmediato, como consta en reseñas de prensa que hablan de “Los populares y ya consagrados caricatos Zipi y Zape”. Enseguida fueron solicitados para todo tipo de celebraciones y festivales benéficos. Por cierto, estamos a finales de los 40 y ya hay una referencia en la prensa al proverbial saludo de Zape “¡Se vive!”.

En una de las fotos de aquella época se puede ver a la pareja de payasos en el salón de actos de la Caja de Ahorros, en la calle Olaguíbel, durante una actuación retransmitida por Radio Vitoria. La radio tenía una gran importancia en aquellos tiempos y Zape sería un habitual de las dos emisoras locales de la época: Radio Vitoria y Radio Álava.

En otra de las fotos de aquel entonces se puede ver a la pareja de payasos en la Plaza Toros de Vitoria con motivo de los festejos organizados por la calle Mateo de Moraza el día de San Mateo. Víctor, el padre de Zape, era, junto con Landaluce el de la tienda de calzados al otro extremo de la calle, uno de los animadores de estos festejos. Los programas de actos de las fiestas de la calle Mateo Moraza hablan de reparto de “medias de cristal americanas para las señoritas y plumas bolígrafas (sic) para los caballeros”.

La pareja Zipi y Zape fue efímera ya que, muy pronto, las salidas y las improvisaciones de Zape provocaron el divorcio. Zape optó por volar con sus propias alas, aunque algunas veces volvería a actuar con Zipi.

En esta su nueva época Zape se inspiró para su apariencia en Ramper, el payaso madrileño represaliado por su condición de republicano. El traje de payaso se lo confeccionó su padre Víctor a quien pagó la factura una de las cajas de ahorros de la ciudad que quería asegurarse de este modo los servicios del caricato.

El éxito de Zape en solitario fue fulgurante. Actuaba en todo tipo de actos benéficos, incluidos los organizados con motivo de las fiestas de la Merced en la cárcel de Nanclares. De ahí que un día, un desconocido le pagara la consumición en el Bar La Parra. El susto de Pili, la camarera, fue mayúsculo al escuchar:”¿No me conoces, Zape? ¡Pero si hemos estado juntos en la cárcel!”

Es de justicia resaltar que Zipi y Zape no fueron ni la primera pareja de payasos de Vitoria ni la única. Hurgando en los papeles de Zape salen a relucir un gran número de payasos surgidos en Vitoria en la segunda mitad del siglo XX.

La primera pareja de payasos vitorianos de la posguerra fueron Polito y Mecachis, que no eran otros que los populares Pepe Gómez y Mendoza el relojero.

También estaban Picarras, Polín, Luky (Jaime Baluegera, que llegó a ser presidente del Deportivo Alavés), los Hermanos Vitoria, los Hermanos Moreno (el payaso tonto, pelirrojo de profesión albañil, era Juanito Moreno y el listo Carlos Moreno), los Hermanos Chetty…  Uno de los dos componentes de los Chettty era el vitoriano Txema Blasco, el actor español que más cortometrajes ha interpretado y que está emparentado con Zape.

El grupo de payasos con mayor proyección internacional fueron Los Álava, un trío surgido en la calle Correría que en 1958 fue contratado por el Circo Kron con el que se fueron de gira por Alemania, Holanda, Bélgica, Francia, Argelia, Suecia, Chile y Perú. Al final de la gira el grupo se disolvió y Kike Álava, uno de sus componentes, siguió trabajando con otros payasos. Kike Álava (el alias de Enrique Guzmán) hablaba nueve idiomas y llevaba su repertorio en siete. Tenía una gran cultura musical y manejaba  varios instrumentos. Zape recuerda cómo en plenas fiestas de La Blanca Enrique Guzmán se subió a lo más alto del monumento a la Guerra de la Independencia en la Plaza de la Virgen Blanca y deleitó desde allí a sus amigos tocando el saxofón. El célebre acordeonista vitoriano Jesús Francia “Salinas” acompañó a Los Álava en la gira americana y acabó quedándose a vivir en Chile. En recuerdo de Los Álava fue creada la Peña Recreativa Los Álava.

Aunque nunca actuaron juntos, se podría decir que la mejor pareja de payasos de Vitoria de todos los tiempos fueron Kike Álava haciendo de listo y Zape de tonto.

Zape se hizo un asiduo de fiestas parroquiales, de asociaciones juveniles y, principalmente, de hospicios, hospitales y sanatorios. Se puede decir que se convirtió en el payaso de cabecera de Vitoria y alrededores. Además de innumerables fotos y recortes de prensa, Zape conserva emotivos documentos como una nota manuscrita de una niña llamada Ana Mari que lamentaba perderse su actuación ya que acababa de ser operada del corazón. Como no podía ser de otra manera, la niña tuvo actuación exclusiva en su habitación.

Zape acudía regularmente a los festivales benéficos asociaciones benévolas vitorianas organizaban en el Sanatorio Tuberculoso de Leza y en los Sanatorios de Plencia y Górliz (coincidiendo con el Día de San Prudencio). En modo alguno acudía solo, sino que le acompañaban un gran número de artistas locales como el mencionado “Salinas”, “Vinagre” el guitarrista,  el profesor Lowis… Las crónicas de la época también hablan del joven conjunto musical Los Galars, de Juan Bautista Sánchez ‘el maño’ con sus jotas aragonesas y de multitud de otros artistas.

En los años 50 estaban de moda festivales para artistas noveles como el llamado “Lluvia de estrellas”. Entre todos ellos destacaban los festivales retransmitidos por Radio Vitoria desde el Teatro Amaya, en la Calle de La Paz. También era muy celebrada “La Gran Quincena Comercial” de la mano de Pepe Gómez en el marco de la cual tuvo lugar en setiembre de 1956 una “Gala de noveles” que consagró a Zape como número 1 en la modalidad de caricatos y clowns.

En 1958 se enteró de que en Eibar organizaban un concurso de artistas, concretamente en el Teatro Amaya. Se apuntó y, camino de Eibar coincidió con los catorce componentes de la Coral vitoriana Vicente Goicoechea que también competían. Antes de su actuación y fiel a una técnica que le daría siempre buenos resultados Zape recorrió los bares de Eibar para ponerse al día de los chismes locales con los que aderezar sus chistes. Su actuación fue tan exitosa que le pidieron regresara todos los sábados durante dos meses para presentar el concurso. Ni qué decir tiene que ganó el primer premio de humorista. El premio lo patrocinaba “La bicicleta eibarresa” y estuvieron presentes en la ceremonia de entrega los famosos ciclistas Loroño, Bernardo Ruiz y Bahamontes. Al término de la ceremonia vino al encuentro de Zape un representante del diario “El Correo Español – El Pueblo Vasco” que le contrató para la caravana publicitaria de la Vuelta Ciclista a España de aquel año 1958.  Fue así como,recorrió toda España dando a conocer sus dotes de caricato y popularizando su personaje de “cashero” vasco.

Repetiría la experiencia en 1960 por auspicios tanto del diario bilbaíno como de Cervezas San Miguel y la DKW. De aquella fantástica experiencia personal quedan testimonios de Zape actuando en el Arco de Triunfo de Barcelona, en el Palacio de los Deportes de Madrid y en multitud de localidades españolas.

Su paso por la Vuelta Ciclista a España le proporcionó notoriedad y se planteó la posibilidad de dar el salto al profesionalismo, animado por conocidos artistas con los que actuaba, como el Dúo Dinámico (con los que compartiuó gala en el Teatro Gayarre de Pamplona), Los Iruñako, Los Chimberos, Los Bocheros, Carlos Acuña o La Chunga.

Zape obtuvo el título de humorista profesional mediante un examen que pasó en San Sebastián, en un salón de actos. El jurado le adjudicó el número 1 lo que le valió el nombramiento de presidente de Teatro Circo y Variedades de Vitoria.

La condición de profesional le permitió actuar bajo contrato en salas de fiestas y teatros de España… y del extranjero. Bueno, de Andorra, a donde llegó como animador de una excursión en autobús. Ésta su experiencia en el extranjero fue más bien efímera ya que, tras la actuación del Rey del silbido acompañado de un mono, apareció Zape en escena para ser recriminado por parte del público por no contar sus chistes en catalán.

Casado y con dos hijos, Zape nunca se dedicaría de manera exclusiva a su faceta de humorista. En 1961, un artículo publicado en la prensa local daba cuenta de que, a sus 37 años, había superado el millar de actuaciones.

“Aunque en numerosas ocasiones lo ha hecho en un aspecto profesional – señalaba el artículo –, su debilidad son los espectáculos benéficos, pudiéndose afirmar que no existe sanatorio, cárcel, asilo, hospicio ni ningún centro de caridad donde la risa emanada de los chistes y las parodias de Zape no se haya esparcido por las distintas salas del establecimiento, convirtiendo el dolor del prójimo en verdaderas serpentinas multicolores de ilusión y alegría.”

Cada 15 de mayo actuaba para las monjas de clausura del convento de las Brigidas. Sin contacto visual con su público monjil, sus actuaciones comenzaban y acababan al son de una campanilla y de la indicación dada por la madre superiora (“ya puede empezar…, ya puede acabar…”). La misma madre superiora se permitía tras cada actuación hacerle la crítica (“Este año no ha contado tal o tal chiste”) o decirle hasta dónde podía llegar con las transgresiones, algunas a petición de la propia monja como la consistente en imitar a determinados sacerdotes. También tuvo actuaciones en exclusiva para el obispo Bueno Monreal, que llegaría a cardenal.

Las familias vitorianas de postín contaron asimismo con sus servicios para animar cumpleaños de niños y fiestas de adultos. Lo mismo se prodigaba en casas particulares que escenarios tan habituales para él como la Plaza de España, en la que llegó a reunir a 8.000 niños (“Zape, organizador del festival, se apuntó un nuevo éxito”, decía la prensa local). También era un habitual de las fiestas de los cincuentones y de los diferentes gremios, como el de los tablajeros.

Fue en este contexto cuando recibió el Celedón de Oro en 1965. A la entrega del premio asistió como invitado especial y conferenciante Olmo, el padre de Don Celes, personaje que aún no había dado el salto desde La Gaceta del Norte a El Correo.

Ya que Celedón es un aldeano alavés, hablemos del “cashero” vasco Ramontxu al que durante décadas dio vida Zape.

El origen de Ramontxu tiene mucho que ver con las vivencias de Zape durante sus tres años de servicio militar en el Pirineo Navarro. Fue residiendo en Etxalar cuando Zape tuvo conocimiento, en 1945, de la primera edición de “Arlotadas, cuentos y ‘susedidos’ vascos” de Alberto San Cristóbal. El personaje creado por Alberto San Cristóbal era Peru Arlotegoitia, alias Arlote, “cashero” de Lejona que se compró casa en Getxo. Arlote entroncaba con el personaje del “vizcaíno” conocido en el teatro cómico español desde tiempos de Cervantes.

La primera aparición de Ramontxu tuvo lugar a principios de los años 50 en el Casino Artista Vitoriano. El “cashero” vasco no estaba sólo en escena ya que hacía pareja con Marisol Briñas, alias Pantxiska, que no era otra que… la mujer de Zipi, Jesús Ugarte,

Al igual que hizo con Zipi, a Pantxiska la volvió loca con sus improvisaciones en escena, por lo que pronto quedaría tan sólo Ramontxu.

Zape no fue el único discípulo de Arlote en el País Vasco.

En Vizcaya estaba Chomin del Regato, el personaje encarnado por Jesús Prados, un navarro de Sesma, tierras de Estella, que emigró a Bilbao donde trabajó como empleado de banca. Chomin del Regato era un “cashero” dotado de “sabidurensia, mucha sabidurensia” como quedaba de manifiesto en los discos editados por Hispavox. Jesús Prados fue también payaso (tonto y listo), torero novel, actor cómico y hasta cronista de fútbol.

En Guipúzcoa el discípulo de Arlote era Pello Kirten, encarnado por el  donostiarra Agustín Zapiain Urretabizcaia. Euskaldún, Pello Kirten actuaba tanto en euskera como en castellano y, al igual que Zape, se prodigaba en actos benéficos.

Ramontxu, Chomin del Regato y Pello Kirten (“kirten” vendría a significar en euskera “cateto”) practicaban el género del “susedido” un relato en el que en teoría es el burgués castellanohablante el que se ríe del aldeano euskaldún. En realidad, son las peripecias y las ocurrencias del aldeano euskaldún las que ridiculizan la vida burguesa. El aldeano viene a ser en los “sucedidos” una especie de buen salvaje al que su pureza de espíritu exonera del ridículo.

En cuanto aldeano alavés de origen euskaldún, Ramontxu tiene reminiscencias con Celedón.

Son dos los Celedonios históricos que sustentan el mito de Celedón : Celedonio Alzola, un aldeano de Zalduendo que se divertía como el que más durante las Fiestas de La Blanca y que falleció en 1866, y Celedonio Iturralde, un aldeano de Bitoriano, al parecer guerrillero durante la última Guerra Carlista, que hizo en Andagoia la “casa nueva con ventana y balcón” a la que se refería el primer pasacalles ‘Celedón’ compuesto en 1878 por Pedro Fernández de Retana.

Fue el segundo pasacalles “Celedón”, una síntesis de melodías populares alavesas compuesta en1918 por Mariano San Miguel, el que afianzó el mito de Celedón.

El personaje de Celedón representa en substancia al aldeano alavés que llega a la capital para divertirse o para vender sus productos (la madre de Zape, Carmen, comentaba cada jueves con motivo del mercado en la Plaza Nueva: “ya vienen las vascas”). Celedón hunde sus raíces en la dicotomía entre lo rural alavés (euskaldún) y la Vitoria burguesa castellanizada e ilustrada, una dicotomía que se agudizó en el siglo XIX con motivo de las guerras carlistas.

En el siglo XX, Celedón se convirtió en una feliz síntesis de estas dos tendencias supuestamente antagónicas. Celedón representa la superación de esa dialéctica de la que los alaveses se sienten orgullosos y que es de agradecer.

En 1955 José Mari Sedano y Javier de Azpiazu tuvieron la idea de reencarnar a Celedón con motivo de las Fiestas de la Blanca. Se inspiraron en una viñeta de la revista “Celedón” de 1923, de Obdulio López de Uralde, en la que se decía que “Celedón baja a Vitoria procedente de la Gloria”. En 1957 se produjo la primera bajada de Celedón o más bien el descalabro de Celedón, ya que el muñeco se estampó contra uno de los tejadillos de San Miguel.

Puestos a hacer arqueología de los recuerdos y las anécdotas, no era la primera vez que en Vitoria se arrojaba un muñeco que luego se transformaba en persona.

A principios de los 50, con motivo de la Tómbola la Caridad en la Calle Becerro Bengoa, ante una gran multitud salió Zipi diciendo que había que suspender el acto ante la ausencia de Zape. Al poco rato, Zape apareció en un balcón de enfrente diciendo: “que me tiro, que me tiro…”. Pero en lugar de Zape lo que se tiró por el balcón fue un muñeco que ataviado de la misma manera (con el consiguiente susto de la concurrencia). Zape, que entre tanto había bajado las escaleras, suplantó al muñeco y los espectadores le hicieron el pasillo hasta que llegó al escenario donde le esperaba Zipi para ser entonces aclamado.

Es posible que este “golpe” estuviera en el inconsciente de José Mari Sedano y de Javier de Azpiazu a la hora de inventarse la bajada de Celedón. En cualquier caso, lo que no podían ignorar ni uno ni otro cuando tuvieron la ocurrencia, en 1955, de hacer de Celedón un personaje de carne y hueso era la existencia, desde principios de los años 50, del “cashero” alavés Ramontxu representado por Zape.

La correlación, o si se quiere coincidencia, entre el Ramontxu de Zape y Celedón saldría a relucir con motivo del Celedón de Oro. En 1962, Julián Ortiz de Viñaspre Jovi, recibió el encargo de diseñar la estatuilla del Celedón de Oro. Todo parece indicar, a la vista de fotos de Ramontxu publicadas en la prensa local (como una de 1961 en particular en la que Ramontxu aparece con un atillo en una mano y un paraguas en otra con la inconfundible pose de la estatuilla del Celedón de Oro), que Jovi, que era amigo de Zape del que hizo numerosas caricaturas e incluso su logotipo, tuvo algún tipo de inspiración en el personaje creado por Zape.

En 1965, la escultora vitoriana Merche Vegas hizo en 1965 sendos bustos a Zape y a José Luis Isasi, el primero en encarnar a Celedón, que fueron expuestos en el escaparate de una tienda (“Si nos exponen dos semanas antes nos liquidan”, bromeó Zape jugando con las fechas de las rebajas). Venancio del Val escribió al respecto en una de sus crónicas “Nos parece oportuna la exposición de esas dos cabezas dada la relación entre Celedón y Zape, ya que éste en su representación nos acostumbra a ofrecer un personaje popular de características muy semejantes a las que distinguieron aquel tipo vitoriano (Venancio siempre apostó por el Celedón originario de Zalduendo que según él fue albañil afincado en la calle Zapatería). Con mayor identificación ahora entre Celedón y Zape con motivo de haber sido distinguido éste en el presente año con el Celedón de Oro, lo que le ha hecho encontrar una mayor compenetración con el famoso babazorro”.

A principios de 1966 un suelto en un periódico vitoriano indicaba: “Este año se cumplirán los cien años del fallecimiento del popular personaje que tan célebre ha hecho el de ‘Celedón’ (se refería el articulista a Celedonio Alzola, de Zalduendo). Es posible que con tal motivo se organicen algunos festejos y se le dedique una especial atención. Para este próximo domingo estaba previsto un festejo como iniciación de la conmemoración de dicho centenario y que habría de celebrarse en Zalduendo, la villa alavesa en que aquél nació. Pero ha sido aplazado hasta época mejor que la actual. En dicho festejo se encuentra especialmente interesado el popular humorista vitoriano Ramón Jiménez “Zape”, a quien – como es sabido – le fue otorgado este último año el Celedón de Oro“.

El homenaje en cuestión acabaría por celebrarse y, como no podía ser de otra manera, Zape y su personaje Ramontxu fueron los animadores.

Por cierto, el primer trofeo que le fue otorgado a Zape se debió a una iniciativa del Club Aquinas que le hizo entrega de un vasquito de trapo de la Pastelería Goya sobre un pequeña peana en la que colocaron una placa.

Sea cual fuera la relación o semejanza entre Celedón y Ramontxu de la que hablaba Venancio del Val, el caso es que durante décadas Zape paseó por doquier la alegría y el gracejo socarrón del aldeano alavés.

Por citar uno de tantos ejemplos, en 1962 Zape se desplazó a Madrid con Zabalza y su grupo de danzas Txirinbil para participar en un acto de los Corazonistas. Una crónica periodística diría al respecto: “Zape hizo reír de lo lindo, como siempre, y hubo quien lo identificó con el popular personaje babazorro ya que había quien afirmó a la salida: ‘He visto actuar a Celedón’.”

En los años 1980, Zape sería invitado a los estudios de Euskal Telebista en Miramón  para interpretar a Celedón, cosa que hizo.

Pero volvamos a la faceta humorística de Zape en los años de la dictadura. Como artista, no tuvo la vida fácil con la inevitable censura de la época. Zape siempre ha dicho que para él actuar era algo natural y fácil. Lo engorroso era tener que comunicar a la censura, por escrito y con copias, lo que iba a decir. Zape recuerda que las labores de censura las ejercía la Vicesecretaría de Educación Popular con sede en la Calle de Dato número 23 segundo derecha. El censor le tachaba en rojo los pasajes prohibidos y un policía acudía a las actuaciones para comprobar si Zape respetaba la censura.

Entre los trucos de Zape para recordar lo que tenía que decir figuraban “chuletas” en la palma de la mano, en la manga de la camisa, en periódicos que sacaba a escena o en escalera de mano con la que hacía uno de sus celebrados números. En el Sanatorio de Leza se cayó en plena actuación desde lo alto de la escalera y, pese a romperse la muñeca, siguió actuando.

En cuanto a sus devaneos con la censura, su descaro llegó a extremos como los de hacer decir a su personaje Ramontxu en presencia de un ministro franquista en plena inauguración de un frontón en Zumaya que el frontón en cuestión era defectuoso ya que le sobraba un cuadro. Ante la extrañeza del público Ramontxu insistió en su comentario apuntando al cuadro de… Franco.

Uno de los números más celebrados de Zape consistía en imitar a Franco. En más de una ocasión un divertido y cómplice Javier Cameno le hizo la entradilla al más genuino estilo del No-do.

Entre los papeles de Zape figura una carta del alcalde de Llodio, José María de Urquijo, dirigida a  José Antonio Zabalza (Celedón de Oro del año 2000) en la que, a raíz de lo sucedido con una actuación, le conmina a que aconseje a Zape “que elimine lo de Fabiola”. Era la época en la que la española Fabiola se había casado con el Rey de los belgas Balduino y Zape había bromeado sobre una pretendida marca de colchones Fabiola y un supuesto anuncio que diría: “Compre colchones Fabiola y dormirá como un Rey”.

El descaro y la irreverencia de Zape le llegaron a acarrear prohibiciones de actuar, como en una ocasión durante la Vuelta Ciclista a España en que una actuación suya en Barbastro dio lugar a que las autoridades le impidieran salir al escenario en la siguiente etapa en Zaragoza. La multa que acompañó la sanción la pagó Cervezas San Miguel. Con recochineo, un periodista aragonés escribió que los aplausos a Zape en Barbastro se oyeron en Zaragoza.

Los problemas que tuvo Zape con la censura le acabarían pasando factura cuando un grupo de vitorianos pidió que le otorgaran la medalla de beneficencia. La condecoración no le fue acordada debido al dictamen negativo del Ministerio de Gobernación por los expedientes contra él abiertos por la censura.

Con Zape no acabó la censura sino el cambio de sociedad con la llegada de la televisión y los nuevos hábitos de ocio. Los años 1970 supusieron, entre otras cosas, el final de las actuaciones en directo y los festivales multitudinarios. Surgió una nueva generación de niños que en vez de acudir a las plazas o teatros para disfrutar de los artistas locales se quedaban en casa aislados ante la televisión.

En la década de 1970 Zape se convirtió en “Un humorista del pasado”, según rezaba un titular del diario Egin. Fue cuando, según él, fichó por la BBC, es decir que se limitó a aparecer a los postres de Bautizos, Bodas y Comuniones.

Por aquel entonces, cuando se le preguntaba a Zape cuál era el secreto para hacer reír, en qué consistía ese singular arte,  respondía con toda la seriedad del mundo: “El humor es el arte retrospectivo del yo sensible imaginado abstractamente bajo la dinámica trascendental del equilibrio metafísico“, todo lo cual, si se piensa bien, queda resumido en su proverbial saludo “¡Se vive!”